Ayer leía a Morales Solá en La Nación, quejándose del secretario Moreno, el gendarme de los precios en la cartera de Gobierno. Se queja de su estilo militaroide y belicoso para tratar a nuestros empresarios, gente con un prontuario intachable a la hora de contribuir con el desarrollo de nuestra pujante economía y de pagar sus impuestos.
Luego, Longobardi en América, canal con más pase de manos que una moneda falsa de 50 centavos. El ex co-equiper de Hadad (pongo en mayúsculas porque me enseñaron en la escuela, no se lo merece) se quejaba de lo mismo. Los empresarios tienen miedo. Hay mucho subsidio. Hay censura para los que quieren defender a los empresarios. En los discursos de la derecha, de repente, se nota un halo "pro-instituciones". Desde que al Consenso de Washington, esa doctrina que en los 90 promovía el desguace del Estado para que avance el mercado, frente a su fracaso, tuvo que agregar el "factor institucional", la derecha criolla y sus voceros se tomaron su tiempo para incorporarlo al discurso. Ahora que se ve que la mano que les da de comer está con sus privilegios en revisión, o al menos, en un esquema peronoide de redistribución del poder, el ingreso y quién sabe, la riqueza, salen a hablar y chillar y pedir instituciones y respeto a la libertad de prensa.
Dan ganas de ir a la plaza el 25, qué quieren que les diga...