Hasta que llegue el telegrama

Este blog funcionará hasta que llegue el telegrama de renuncia o despido...

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Tuesday, September 12, 2006

Ayer, leyendo El Mundo Silencioso de Cousteau, me topo con una muerte que pelea cabeza a cabeza con la del australiano que murió atravesado por el aguijón de una mantarraya.
Cuenta Cousteau que se habían propuesto conocer el límite máximo que podían tolerar de descenso submarino. Para situarlos en el tiempo, esto es ni bien terminaba la segunda guerra mundial, en los comienzos del submarinismo o scuba diving tal como la conocemos hoy. Cousteau había inventado los aqualungs hacía muy poco y las tablas de inmersión, esos cuadros que te indican cómo evitar los efectos del nitrógeno en la sangre, estaban recién sacadas del horno.
El experimento entonces consistía en bajar haciendo el menor esfuerzo posible, a lo largo de una cuerda en profundidad. Hasta ese momento, el record era de 50 metros. La cuerda tenía 90. Cada 5 metros, había unos cartelitos atados que servivirían para dejar la marca personal, firmando en el último al que el buzo pueda llegar y dejando alguna frase representativa del momento como prueba de la profundidad máxima alcanzada.
Cousteau llegó a los 90 padeciendo los peores síntomas de la narcosis de nitrógeno o borrachera de las profundidades, como se la llamaba entonces. Firmó pero no se le ocurría nada para escribir de tan tonto que estaba. Piensen que a esa profundidad la presión es de 10 atmósferas (los pulmones se te compactan al taco, la caja torácica no colapsa de milagro y los oídos no sé como no estallan).

En la siguiente oportunidad, probaron con una cuerda más larga aún. Uno miembro de la tripulación, experimentado y casi un maestro para Cousteau y sus amigos, se lanzó. El tipo era muy respetado pore llos, sobre todo después de haberlos rescatado de una expedición subterránea donde casi no la cuentan.
La idea era que el maestro bajara y, periódicamente, emitiese señales con los clásicos 3 tirones en la cuerda, indicando que tout va bien.
Pasado un rato sin recibir señales, bajana buscarlo. El tipo apareció flotando sin la boquilla, a los 50 metros.
Cuando izaron la cuerda con los carteles, para su sorpresa, el tipo había alcanzado los 120 metros.

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