Llegaba la noche y la única solución posible era dejar a la gata encerrada en el baño, con piedritas, comida, agua y mantita, en la bañadera, su trinchera por elección.
De esa forma yo podía dormir con la puerta abierta y dejar que mis gatos circulen y hagan su vida hasta que ese demonio de tazmania que me dejó mi hermana se canse de hacer "fgzzzzzzzzzzzzz" y gruñir cada vez que Timo se le acerca.
Me llevé Obras Completas I a la cama y avancé un poquito con Evaristo Carriego.
Vencido por el cansancio, me dormí.
Es estresante tener a esa gata en casa.