Ponele que sos un ciudadano Alemán de origen libanés. Ponele que entran a tu casa de noche unos tipos medio commando. Ponele, ya que estamos, que te recontracagan a piñas hasta dejarte groggy, te suban clandestinamente a un avión y te llevan a Afganistán. Ponele de paso que te dejan encerrado en una prisión clandestina y cada tanto vienen unos señores sobrecargados de detalles de agentes de servicios de inteligencia, con el clásico traje negro, los lentes y corbatita a tono, camisa blanca, auricular, como si fueran una versión barroca de si mismos.
Ponele que te torturan hasta que confieses lo inconfesable, lo que no sabés porque sos un fuckin ciudadano europeo, que lo único que podés explicar es que sos musulmán y no creés mucho en Alláh, pero te siguen dando con todo, incluso con métodos nuevos que ni te imaginabas que podían usarse para torturarte y denigrarte. Ponele que recién ahí entendés lo que es la impunidad. Ponele que no necesitás escucharlos hablar perfecto inglés americano para saber que son de la CIA. Ponele que no hay caso, que no te creen que no formás parte de Al Qaeda.
Ponele que el dato de que se equivocaron llega tarde, tardísimo, como 5 meses más tarde. Ponele que te devuelven y sos noticia. Para no escatimar, ponele también que tenés miedo de denunciarlos porque sabés que seguro te están vigilando. Ponele que una descendiente de esclavos que ocupa un cargo altísimo dice que fue un error por cadena internacional. Ponele que demandás por 75 mil dólares como si alcanzara para resarcirte lo que viste, como si todas esas fotitos verdes de Franklin pudieran borrar de la retina la imagen de una picana acercándose a tu escroto. Ponele que pedís que esto tiene que parar. Ponele que no, que no pare. Ponele que esto recién empieza...y que nadie los puede parar...