Hasta que llegue el telegrama

Este blog funcionará hasta que llegue el telegrama de renuncia o despido...

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Monday, November 28, 2005

Y sí, llegó el post más largo de la historia.
Este blog no tiene títulos pero, de tenerlos, el de este post sería "Caparrós y yo".
La primera vez que identifiqué concretamente a este señor fue cuando Iván, compañero y amigo de la facu (qué fue un poco quien me empujó al intento de militancia en la facu), me mostró una columna de Martín Caparrós en la Veintiuno (lo que hoy es la Veintitrés). Hasta ese momento no recuerdo haberlo visto más que un par de veces, quedándome con su bigote como seña particular. "Es un grande. El tipo fue montonero de joven". En aquél entonces, yo estaba muy perdido, buscándome y probándome identidades (una de ellas era la de militante universitario comprometido con alguna causa). Ese fue el punto de partida. A partir de ahí la cosa siguió encontrando sus libros (el primero fue El Tercer Cuerpo, uno de los mejores policiales que leí) luego siguieron otros, después fue coleccionar sus columnas, fotocopiándolas de los ejemplares de veintitrés que llegaban al laburo. Verdadera admiración. Una vez decidí escribirle, preguntándole si podía hacer un documental (fue para el momento del escándalo de la explotación de oro en Esquel, que involucraba a la firma canadiense Meridian). Qué quería que documente? El copamiento de la facultad de Ciencias Económicas de la UBA por parte de la Franja Morada y sus matones. Martín cordialmente me respondió que no veía cómo encarar el tema y el contacto quedó archivado hasta que volví a escribirle preguntándole cómo había hecho para publicar su primera novela. Para mí publicar un libro (como tantas cosas que cuando te educan, no te explican), era un misterio insondable. No tenía idea cómo hacer para que Jurados de la Noche, mi primera novela, se transforme en algo parecido a un libro disponible para la compra del público. La respuesta caparrosiana luego formó parte de la dedicatoria/agradecimiento cuando finalmente la publiqué, porque me enseñó los secretos para poder editar: no hay secretos, mandarlo a editoriales, e insistir por más que parezca inútil. Lamentablemente, los tiempos cambiaron desde que él publicó su primera novela y, hoy, entre leyes de mercado y leyes del contacto, para publicar no me quedó otra que financiarla yo (no se gasten en buscarla, la distribución es chotísima).
La historia siguió ofreciéndole llevar un ejemplar. Me dio su teléfono, me invitó a que lo llame y arreglemos para ir a su casa. Si. No lo podía creer. Idas y vueltas de por medio, llegó el ansiado encuentro. Y como lo que tengo de progrepensadorcríticointelectualoide lo tengo de cholulo, fue una experiencia única. Incluso cuando le pedí que me dediqué Un día en la vida de dios (una de las mejores novelas que leí). Me recomendó la lectura de Raymond Chandler y Dashiell Hammet dado que me fascinó el generó policial. Charlamos de la vida, le dí el libro que hasta hoy no leyó, y cada tanto le mandaba un mail con alguna idea que se me ocurría luego de leer su columna, sin demasiadas expectativas más que lograr que la lea y, a lo mejor, me conteste un mail atesorable. En 2 oportunidades, sin avisarme, me publicó y citó algunas de estas reflexiones. La primera, un fragmento de 1 de cada 4, un ensayo donde trataba de explicar porque en las elecciones del 2003, de cada 4 argentinos que votaban, uno lo había hecho por mendez. La gracia era que yo había jugado con la técnica caparrosiana del autodiálogo (para más información, leer alguna columna suya). Le hizo gracia, lo publicó y no me avisó: caí en la trampa, me leí en su columna, con nombre y apellido. Luego fue una anécdota sobre la inseguridad, donde me citó como autor de Jurados de la Noche (todavía guardó las revistas).
Yo seguía armando mi colección de textos caparrosianos, claudicando hasta ahora en la lectura de La Historia (un monstruo de mil páginas). Luego Seix Barral reeditó Larga Distancia, y él presentaba "crónica mexicas" en la Feria del Libro, documental dirigido por Montes Bradley, en el marco de una serie de documentales sobre escritores argentinos. Lo fui a ver, me dedicó el libro aludiendo a una anécdota sobre su bigote y la revista Barcelona, y charlamos un poco (conseguí, como buen cholulo, la primera foto). En la ronda de preguntas luego de la exhibición del documental, le pregunté por su capacidad de detectar fenómenos que emergen 10 años más tarde, como Evo Morales en Bolivia, Aristide en Haití y algunas otras cuestiones sobre las que ponía el ojo en Larga Distancia (crónicas de los 90) que se habían transformado en noticia años más tarde. Le pregunté cuáles serían las cosas de las que hablaríamos en 10 años. Ahí me contó que él le había hecho la misma pregunta a Kapuscinski, un maestro polaco del periodismo (como no iba a ser de otra forma, tiempo después me dedicaría a leerlo). El polaco le respondió que serán los ex satélites sovieticos del centro de Asia. Ese fue uno de los disparadores de la nueva novela que yo quería escribir.
Pasó el tiempo, ya no le escribía pero procuraba estar al tanto de apariciones públicas o nuevo material, casi con la devoción del que sigue a una banda.
La siguiente oportunidad fue en una charla sobre los medios de comunicación. Ahí le conté la idea de la siguiente novela y, a cambio, me recomendó la lectura de Las Correcciones de Jonathan Franzen, porque veía que en mi trama alocada había algo que Franzen había usado, pero en Europa del Este. El siguiente libro que compré (que no me canso de recomendar) fue ése.
Una vez que concluí 24 Horas para Nueva Babilonia, mi última novela, quise que la lea (ya no iba a publicarla a menos que tenga algo de suerte y gane un concurso, complicado, porque no llega al mínimo de páginas que exigen las bases, pero bueno, hago la prueba igual). Hablamos a la vuelta de un viaje suyo largo y quedé en llevársela. Lo volví a ver en la presentación de Boquita, algo raro en mí porque no soy de Boca, ni siquiera de River, es más, no tengo interés por el futbol, ni cualquier otro deporte, salvo los de videojuegos (ok, no soy un nerd gordito, por las dudas). Le llevé una impresión anillada al día siguiente, sabiendo que no la leería, who cares?.
Este viernes, el cuñado de Joseph, Pablo Alabarces, presentó el libro que coordinó con su equipo de investigación, Hinchadas. El panel de los invitados a comentar su libro incluía, como agradecimiento a los aportes de Alabarces en Boquita, a Martín Caparrós. Al final de la presentación, charlando un rato, me confiesa que nuevamente está en falta con la lectura de mis textos, le dije que no importa. Hablamos de Valfierno, del nuevo libro de crónicas de su recorrido en auto por el país, de que sigo en el laberinto laboral, de la reedición de Ansay (su primera novela publicada) de que cuando puedo, regalo sus libros difundiendo el credo como un evangelio, concluyendo que soy algo así como una groupie, pero sin los beneficios de contrapartida (risas).

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