Proxima estación: Esperanza.
Ayer soñé con Ana, era como si estuviésemos saliendo de dos edificios contiguos, o algo así, y yo trataba que no me viese. Apophenicamente, hoy sale de una PC tema tras tema la banda de sonido de esa noche en la que pude romper esa coraza de histeria y robarle un beso. Su boca, recuerdo (aunque recuerdo pocas cosas de esa noche a menos que haga el esfuerzo de reconstruirla) me resultaba incómoda, pequeña, esquiva y me gustan los aviones me gustas tú. Esos besos difíciles en el medio de IMPA quizás fueron una señal de rechazo o tal vez un indicador de que todo el esfuerzo sería al pedo porque pocas veces gasté tanta pólvora en un chimango de peluche. Qué bajo que nos deja caer a veces la necesidad de experimentar poesía en carne propia...
Lo que le siguió en el tiempo luego de esa noche fueron amargos miércoles en las clases de teatro del Bululú esperando a que llegase y especular con acompañarla a la parada, desencuentros, poemas que se acumulaban, marihuana y Héroes del Silencio en la más profunda soledad y el principio de un monólogo que después tuvo 5 ó 6 meses de función todos los sábados en ese sótano hermoso en Rivadavia 1350.