Soñé que moría. Pero no me desperté. Seguía muerto. La sensación era muy rara. Sentía un frío intenso. Me costaba abrir la boca. Luego entendí que había muerto en un accidente aéreo. De repente sentí una pulsión de dolor y entendí que eso había sido un reflejo del paso de la vida a la muerte, el dolorque debería haber sentido al momento del accidente, esa fracción de segundo antes de morir. De repente aparecían mis viejos. Raro, porque mi vieja está viva. Me explicaban que podía transitar por el mundo de los vivos, pero que ya nada iba a ser igual. Una leve angustia por todo lo que ya no voy a poder hacer me invade. Y entonces, como siempre hago cuando no me cierran las cosas, comprendo que es un sueño y que tengo que despertarme. Así lo hice. El dolor intenso que había sentido era nada más y nada menos que mi brazo derecho, congelado y con un hormigueo insoportable por la mala posición que resulta de apoyarme sobre un costado, esa manía que tiene Chèrie de pretender que duerma así porque entonces no ronco. En fin. Fue rara la sensación de seguir soñando como si estuviera muerto. Siempre me habían dicho que si soñabas que te estabas por morir y no te despertabas cuando morías, morías en serio. Bueno, no es así. Hay vida después de la muerte, al menos en mis sueños.