Hasta que llegue el telegrama

Este blog funcionará hasta que llegue el telegrama de renuncia o despido...

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Thursday, April 12, 2007

Fue más o menos para estas fechas de 1998. En Mayo, pero con esta misma sensación térmica, un poco más de frío tal vez. Vivía en Flores con mi familia y me tomaba el 53 hasta algún punto de General Paz y luego el 21 hasta Martinez, Fondo de la Legua 1232, si no me falla la memoria. Mi primer trabajo, una pasantía en el departamento contable de una empresa chilena que traía autos de Nissan cuando todavía no la había comprado Renault. Traía también máquinas herramientas y agrícolas de Case. Recuerdo el patio enorme en la entrada, lleno de autos, camiones y, a veces, rotoenfardadoras. Era la primera vez que veia esas bestias en mi vida.
Con mi viejo prácticamente no nos hablábamos. El orgullo se había transformado en el tipo de cambio de nuestro vínculo y ninguno iba a dar un paso atrás, mucho menos yo, que me tomaba dos colectivos y viajaba durante hora y cuarto para ganarme mi primer sueldo, unos 550 o 600 pesos de entonces. Y de ahí, a la facultad, a cursar el primer trimestre de Actuario en Economía, carrera que luego modifique para simplemente Economía. Cursaba en Drago, un edificio reciclado, bastante venido a menos, perdido en algún punto de Villa Urquiza. De 19 a 21 los días que tenía suerte, de 19 a 23 una vez por semana. Y los sábados, por supuesto, 4 horas en alguna franja de la tarde que ya no puedo recordar.
Era para la época de estos primeros fríos, donde se acercaron los primeros parciales. Yo jugaba al adulto, vestía traje y corbatas alocadas que eran el comentario de la empresa. Cuando el Gerente General se refería a mí, le decía a mi jefe "decile a Pato Donald". Hasta usaba un portafolios. Me medía permanentemente con mi viejo. Yo podía ser sin él. Me podía abrir camino sin él.
El tiempo libre lo repartía con mi novia de toda la vida, lectura de apuntes y salidas con amigos. A veces, los domingos, iba al country. Pero ir al country, a estar con mi viejo, era sacrificar tiempo libre, lujo que no podía permitirme. Los parciales se acercaban.
Rendí. Economía, Algebra e Historia Económica del CBC. Días más tarde, llegaron los resultados. Un 10 en cada una de ellas. Mis primeros exámenes, todos con la máxima calificación. El mundo era mío. Mi viejo, ahogado en su orgullo, apenas pudo balbucear sus felicitaciones. En su fuero interno, él quería verme caer tanto como yo quería verme triunfar. Era tan fuerte ese sentimiento que se convirtió en el motor de mi superación desde ese momento, mientras estuvo vivo, salvo durante aquella larga crisis.
Hoy hace 2 años y meses que no está. Ya quedó claro que puedo sólo, sin él, y que muchas cosas que voy a poder hacer de acá a un tiempo, son gracias al fruto de un trabajo que él ya no puede disfrutar, el trabajo de su vida, por el que nunca pude felicitarlo, porque además de no entender del todo la magnitud de su talento, yo también tenía mi orgullo y quería verlo caer.
Hoy venía pensando en el colectivo... los primeros fríos se acercan...
Por suerte hace tiempo que ya no necesito medirme con él ni con su sombra.

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