Fran Drescher no podría haberlo hecho mejor. Ayer, almorzando en el bar del laburo (algo así como el area chill out de la agencia, con un espacio con mesitas para diletar y/o almorzar), surgió el tema de mi naturaleza ídishe, a colación de mi elección: un sandwich de pastrón (fiambre que por más renegade moishe que sea, jamás dejaré de comer, si es dentro de un pletzalej, mejor).
Resulta que en la otra punta de la mesa hay una chica nueva, de la cole, que al escuchar el dato sobre mis orígenes automáticamente me ofreció casamiento y la posibilidad de tener hijos de ojos claros (los 2 poseemos el gen débil del cromo clarito).
El chiste es que sus comentarios no se circunscribieron a la mesa, y un compañero de laburo me comenta por el chat interno que la chica me quiere dar (algo raro, casi insólito en mi vida).
El diálogo cierra con una conclusión asombrosa...

YO: me preocupa que ande comentando maravillas de mí...
Compañero: solo dijo que le gustabas y que eras de la cole
Yo: todo por tenerla cortada...
Yo: te das cuenta...es la primera vez que un defecto de fábrica sirve para algo