M, compañero de laburo, se tomó unos días de vacaciones…para quedarse en su casa a rascarse el figo (yo sospecho que está incubando un cambio de laburo, ya se develará el misterio). La cuestión es que suena el teléfono y atienden. Es M, preguntando porqué no lo llamamos. O sea, no alcanza con que lo llamen si hace falta, la culpa carnera impulsa a algunos sujetos con cierto nivel de distorsión del sentido de responsabilidad, a conectarse con aquello de lo que se propusieron un descanso.
Está tan arraigada la costumbre de interrumpir y que interrumpan desde fines de semana hasta recientes paternidades (pasando por vacaciones) con llamados por cuestiones de laburo que son urgentes pero obviamente en perspectiva son tan postergables, que cada día me convenzo más que tengo que salir de acá ASAP…