Hasta que llegue el telegrama

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Tuesday, June 27, 2006

CAMIONEROS VS CHINOS

Dicen que los chinos, entre otras cosas, tienen parábolas para explicar todo. Algún día, dentro de unos cuantos miles de años, tendrán alguna que nos permita comprender el conflicto que tuvo lugar por estos días entre chinos y camioneros. Se escuchó mucho de todo por estos días.
Primero, en Lomas de Zamora, un camionero, en una situación que no queda del todo clara, recibió un balazo en el pecho por parte de un comerciante chino, dueño de uno de los clásicos autoservicios que forman parte del paisaje de la ciudad y el GBA, al menos cada 14 cuadras según versiones radiales levantadas en una de estas mañanas frías.
Segundo, el pistolero chino está prófugo.
Tercero, los camioneros, liderados por Moyano Junior, en una actitud solidaria en el discurso, promueven desde hace 6 días un boicot contra todos los comercios chinos.
A ver. Voy de vuelta. No contra el autoservicio del pistolero chino. Contra todos.
Entonces, a partir de acá, una trama que bordea una conspiración étnico-comercial comienza a dibujarse. Eso sí, con crayones rotos y un cuartito de LSD, dado el nivel de locura y berretismo simultáneo.
Los camioneros piden la cabeza del chino de la pólvora y sostienen que hay complot y encubrimiento. El titular de la cámara de comercio chino-argentina dice que los camioneros no son carmelitas descalzas y que están jugando a favor de las grandes cadenas de supermercados.
Acá es importante agregar un par de datos. Luego de la crisis del 2001, los autoservicios chinos le sacaron una tajada importante del negocio a monstruos como Jumbo, Norte o Coto. Según estimaciones, los autoservicios hoy se están llevando más de la mitad de las ventas al consumidor final de rubros como alimentos y bebidas. La competencia no sólo no es pareja sino que parecería tratarse de universos paralelos. Por un lado, solamente entre Coto, Carrefour, Norte, Disco y Jumbo, durante el 2005 pusieron algo así como 200 millones de pesos en publicidad en medios, comunicando ofertas, ofertines y ofertones. Cuentan con alianzas comerciales con bancos de primera línea donde ofrecen descuentos, dependiendo del día, de hasta un 15% sobre el valor del ticket. Además, financian en cuotas, sin interés. En algunos casos, tienen programas de fidelización donde las compras acumulan puntos que se cambian por premios. Y como en este país siempre rinde más hacer negocios financieros que hacer inversiones reales, ahora empezaron a ofrecer tarjetas de crédito propias.
Frente a este panorama, donde el volumen de compra es clave para controlar los costos, los chinos hacen lo único que pueden hacer: comprar corporativamente y vender barato con un margen agresivo, total, toda esa estructura operativa de CEOs y managers que gobiernan las grandes cadenas ellos no la tienen que bancar. Y ahí es donde las suspicacias del funcionario chino-argentino tienen un tufillo raro pero con gustito a cierto. Sin embargo, como un caballero honesto, reconoce que los chinos no son bebés de pecho, son pícaros y además, parece que están armados hasta los dientes.
Este último dato les sirvió a los camioneros para exigir que intervenga el Ministerio del Interior. Lamentablemente, se fueron de boca, al explicar que los tanos son jodidos, los gallegos son jodidos, los judíos son jodidos, pero como los chinos no hay.
Y ahí lo que paradójicamente primero fue una discriminación en los hechos se transformó luego en una discriminación de palabras. Moyano Junior, no sólo se olvidó de pedir disculpas por comportarse como un argentino occidental y cristiano, sino que aclaró que al compañero que tiró semejante generalización, lo banca a muerte.
A todo esto, el boicot funciona a la perfección. En Capital y GBA al tercer día faltaban cervezas, gaseosas y lácteos. Al sexto día ya faltaban pan lactal y otros alimentos.
Por supuesto, no faltaron las advertencias sobre presiones inflacionarias frente a la falta de abastecimiento.
Por su parte, Cancillería se lava las manos y la escalada parece que no va a aflojar hasta que no aparezca el oriental en cuestión.
A esta altura del partido, creo que sólo se pueden esperar soluciones extremas pero pintorescas. Por ejemplo, una invasión de cervezas, gaseosas, lácteos y alimentos chinos para abastecer las góndolas de sus compatriotas en el exilio, de manera que no caigan las ventas de ultramar. También podría resolverse con una variante local: el picadito. Y siempre está la posibilidad de un duelo mano a mano al mejor de tres, de lucha callejera. Estas últimas, además de poseer espíritu lúdico de fondo, darían pie a unos cuantos oportunistas para hacerse unos billetes en derechos y royalties de videojuegos y hasta la película, dirigida seguramente por Juan José Campanella, que situaría la matriz de este conflicto en la década infame de los 90.

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