"No te olvides que Buenos Aires es circular".
Me miró y le dio un recreo de 2 segundos a su euforia habitual para masticar las enseñanzas del segmento budista de la tarde, un rato antes de la fiesta de Mitre/FM 100.
La charla tenía como centro la posibilidad de que mi amigo del laburo se encuentre con su ex-mujer en la fiesta, que tiene la particularidad de reunir gente de un mismo palo.
La anécdota me sirve de introducción para darle al público alguna anécdota de S, my former grilfriend, al no tener la que pidieron.
Yo sabía que tarde o temprano me la iba a cruzar, el tema era cuándo y dónde.
Ese sábado habíamos decidido con mi novia ir a Miranda, una parrilla muy simpática y concurrida en Palermo, que siempre nos ofrece 55 minutos de demora. Esa noche, fiel a su tradición, nos quedamos un rato en la barra, rumiando una empanada hasta que se desocupe nuestra mesa. Relojeando un poco, mi mirada se detiene en una cabellera rubia. La novia de Nico, actualmente en el DF. Antes de largarme a saludar, el manual sugiere checkear con quién está, no sea cosa de volverme cómplice de alguna situación complicada. En la mesa estaban mi ex novia y su actual (el tipo con el que empezó a salir cuando terminamos). Mi ex y la novia de Nico son amigas de toda la vida y supimos salir de a 4 unas cuantas veces. Ok, podía pagar la empanada y retirarme. Pero no. Le comenté sutilmente a mi novia la situación y, luego del "querés ir a otro lugar"/"no, al pedo, mientras no nos den la mesa de al lado todo bien", la moción definió por quedarse. La historia cuenta que nos dieron la mesa diagonal anterior, que no hubo que pasar necesariamente delante de ellos pero que así y todo, todos estábamos al tanto de quién estaba en la otra mesa. La noche transcurrió sin saludarse, ignorándose sutílmente.
El lunes, en mi casilla de laburo, un mail de ella rompía el acuerdo de perdernos el rastro.
En fin, es así, Buenos Aires es tan circular...